martes, octubre 26, 2004

Caniche de Mierda (y V)

- Este es mi Curro, señora. – comenzó Tito. – Nunca verá que haga sus necesidades en mitad de la calle, ni mucho menos frente a un portal donde viven personas educadas y civilizadas. – El perro se aproximó a la temblorosa mujer y la olfateó con interés. Ella se orinó encima, abrumada por el enorme animal...
– Ya veo de dónde aprendió su caniche los malos hábitos... me da usted asco - sentenció el joven desde su silla de ruedas.
El hedor de la orina se mezcló con el amargor que escapaba de las axilas de la mujer, y con el rancio aroma de su pelo grasiento. Permanecía petrificada en mitad del salón, mirando de refilón al perro, paralizada por el terror.
- Curro... – Tito clavó su mirada en los ojos de aquella mujer sudorosa y despreciable, antes de ordenar contundentemente: - ¡Curro, mátala!
Inmediatamente el animal se avalanzó sobre aquella fuente de repugnantes olores, e hizo presa sobre su rollizo e hinchado cuello. Inicialmente Machocha chilló como un cerdo recién degollado, pero después su aullido se fue apagando lentamente, hasta extinguirse por completo en una especie de lamento. El rostro enrojeció y después se amorató. Su gruesa pierna izquierda se movió espasmódicamente en una serie de convulsiones, que dieron lugar a un terrible estertor final. Al notar la frialdad de la muerte, el perro de Tito retiró la presa del cuello inerte, y lamió la sangre que brotaba de los desgarros que provocó el brutal mordisco.
- ¡Buen chico! – exclamó Tito. – Tú si que eres un buen perro, y no ese puto caniche de mierda. El animal, al oir la felicitación de su amo, se acercó a él moviendo el rabo frenéticamente de un lado a otro, y dejó escapar un pequeño ladrido de alegría.
"Verdaderamente", pensó Tito, " aquél si que era un buen perro, no el puto caniche de Machocha".

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