viernes, abril 08, 2005

Yonki

- ¡Dame la cartera, vieja! – grité a la ancianita cuando salía del banco. Ella se echó a llorar y pidió socorro al borde de la histeria, pero nadie le iba a ayudar, porque ella era solo una vieja, y yo un drogadicto con una navaja oxidada y repulsiva.
Como la ancianita no tenía intención de soltar el monedero, me vi obligado a darle un navajazo en el cuello… ¡vaya cómo chillaba! La sangre siempre ayuda en este tipo de tareas en las que la violencia es esencial, y os puedo jurar que salió mucha sangre de ese cuello arrugado. Finalmente, la mujer soltó el monedero, y me adueñé de los trescientos euros de pensión que acababa de sacar del banco. No era mucho, lo justo para aguantar un par de días sin el maldito mono. Me apetecía un montón ponerme un buen pico.
De camino a las chabolas volví a vomitar. Últimamente me pasaba con relativa frecuencia, pero me daba igual, siempre que hubiera caballo para olvidar el sabor metálico de la sangre en mi boca.
Os preguntaréis por qué me pongo, por qué me pincho… ¿pensáis que tengo una triste historia a mis espaldas?, ¿que me enganché por un amor no correspondido, o porque mi puto padre me pegaba? Pues no. Me pincho porque sí … Empecé con la coca, era la ostia, viviendo a tope con mis coleguis molones, tirando de farlopa día y noche. Pero luego se acabó la pasta, y descubrí el jaco, caballo, heroína, como lo quieras llamar, gilipollas. Y vendí mi scooter y mi chupa Chevignon, para comprar más. Y vendí mi videoconsola, y la minicadena de mis padres, y compré más.
Jeje, cuando me quise dar cuenta tenía las venas negras como la boca de un lobo, me he pinchado hasta en la polla, cabrones… vaya, casi sin darme cuenta, y ya estamos aquí; es lo que tiene el caballo, se te pasa el tiempo volando. Se te pasa la vida, volando.
Las chabolas engañan mucho. Tras esas paredes de mierda, viven los traficantes a todo lujo… yo he visto jacuzzis y televisores como pantallas de cine tras esas puertas. Pero la chabola de hoy no es de las mejores, aunque sí de las baratas. Seguro que este polvo marrón que me pasa el camello tiene de todo, coca, ladrillo rayado, quizá algo de anfeta… y heroína, cómo no. Me da rabia no poder pincharme aquí mismo, pero las normas son las normas: nada de picarse dentro.Así que me salgo fuera con la papelina en una mano y la jeringa en la otra. Yo creo que no la cambio desde hace un par de años, cuando me pegaron el SIDA. Ya paso de buscarme venas en el brazo, es tontería, así que enfilo la pierna como un campeón. Agua destilada, amoniaco, una cucharilla requemada, una goma, todo para dentro, todo para mí. El corazón se me acelera de golpe, ¡menudo subidón!… aunque intente mantener abiertos los ojos, se me cierran, pesan plomo, y acabo cediendo al placentero orgasmo de la heroína. ¿Creías que los yonkis sidosos como yo no podíamos ser felices? Pues mírame. Mira como me quedo tirado, rebozado en polvo y mierda, entre chabolas inmundas y traficantes. Mírame morir, hijo de puta. Mírame morir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magistral. Enhorabuena Esteban.

Anónimo dijo...

No había entrado hasta hoy, pero tengo que decir una vez más......... GENIAL, lo has clavao!!!