jueves, septiembre 23, 2004

Caniche de Mierda (II)

... Y de ese modo, día tras día, Tito llegaba al portal de su casa, e inevitablemente aplastaba con las ruedas de su silla una o dos porciones de mierda más o menos seca. Un día se quejó a la odiosa mujer, cuando se topó con ella y con su caniche defecando en la puerta del portal, con el lomo arquedo y dando un pequeño paseo circular mientras las piezas de excremento caían en un goteo infinito. Lejos de disuadirla, ella se mofó de su minusvalía.
- ¡Cállate, paralítico de mierda! – le gritó ella iracunda - ¡No te atrevas a hablar mal de mi Currito!. – El perro acompañaba a los chillidos de su dueña con estridentes ladridos. Incluso le mordió un par de veces las piernas paralizadas y por suerte insensibles. Antes de seguir con su paseo, Machocha asestó un par de sonoras bofetadas al desgraciado Tito. Nadie le ayudó.
De este modo transcurrían los días para él. Cada noche dedicaba largo rato a limpiar las ruedas de su silla, retirando cuidadosamente los tropezones de mierda de Curro. Con suerte, conseguía evitar los excrementos, pero la mayoría de las veces el olor repulsivo le escoltaba en su tránsito diario.
Y allí estaba Tito ahora, asomado a su ventana, estudiando atento el paseo de Machocha y las idas y venidas de Curro, que orbitaba alrededor de su dueña como un satélite de basura y putrefacción. El perro olisqueó con interés el suelo y se colocó en posición, listo para expulsar sus heces frente al portal. Con sumo cuidado, Tito tomó entre sus manos un globo azul. Se trataba de uno de esos globos para fiestas, que se llenan con helio y se entregan a los niños; pero en esta ocasión, el globo no contenía gas...

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